
¡Tranquilo! No te inquités. En los tiempos más difíciles no tomés decisiones. Respirá, no perdás la calma. Por nada en el mundo te dejés llevar por la inquietud, la ira, la incertidumbre o miseria. ¡Tranquilo!
Sabé esperar, mirá cuándo actuar y cuándo no. Así tengás un tornado en frente, o un revolver en tu cabeza. La decisión es a su tiempo. No desmayés, ni desesperés. La solución puede estar allí, a la vuelta de la esquina.
No obligués las cosas, ni las tomés por la fuerza. Dejá que fluyan, dejá que los problemas cesen. Dejá que todo eso que llamás malo te haga aún más fuerte. ¡Ya! Dejá de hacerte tanto daño.
No le prestés tu atención a todo aquello que te está haciendo perder tu fortaleza. Es mas, convertilo en tu potencia. Estoy seguro que toda tu fortaleza ha sido construida por causa de los problemas.
Basta de hacerte el duro con vos mismo, permitite crecer, llorar y volver a levantarse. No apretés el gatillo, no entrés al tornado, ¡rodealo! Todo, absolutamente todo, tiene su solución, aprendé a esperar y a identificar.
Respirá, sí, otra vez y no perdás la calma. Dejate llevar por la esperanza, tené siempre el final en mente, y que sea siempre un buen final. No dudés de vos mismo. Nunca te culpés, no desistás, terminá de luchar.
Prestá atención a los amaneceres y atardeceres, y aprenderás de ellos. ¡Cuánta quietud! Viví, sonreí y llorá. Pero nunca te dejés morir.